El campeón olímpico y de la NBA habla sobre sus mil caras tras el retiro deportivo, tema que recorre el documental “Reset”, que se estrena este jueves con los testimonios de la Generación Dorada.
-Yo me bajo. Tengo que aprender a decir que no.
La tonada cordobesa era inconfundible. Su afirmación, terminante. Estaba a 5.100 metros de altitud, con algunos kilos de menos pero bien adaptado, y sin embargo fue claro con las dos frases que le dijo a Ulises Corvalán, guía del proyecto Summit Aconcagua, que llevó a Julián Weich a la cima de América. El experimentado montañista miró al hombre de 2,08 metros y fue conciso: “Fabri, mucha gente no sabe a qué viene acá. Vos en tu primer viaje aprendiste algo”. Fabricio Raúl Jesús Oberto no se olvida de esa lección aprendida en marzo de 2018: “El Aconcagua me enseñó a tener un ‘no’ más contundente, me ayudó a seguir entendiendo y conociendo mejor a mi cuerpo y a mi mente, que todos somos diferentes y necesarios en el ambiente y que si estás cerrado a no vivir una experiencia, no aprendés. Volví con otro chip y en noviembre subí al Volcán Lanín. Fue increíble. Ahora espero llegar a la cumbre del Aconcagua”.
Hablar con Fabri es subirse a una montaña rusa con un tipo que trabajó desde temprano qué sería de su vida después del retiro del deporte de alto rendimiento, donde brilló con la Generación Dorada, subió al Olimpo e ingresó al Salón de la Fama del básquetbol mundial. Fue un streamer pionero con “De todo menos básquet”, se asoció para ser dueño de una bodega en Tinogasta, abrazó la música con su banda New Indians, es dueño de un equipo de eSports, se fue a recorrer la Patagonia y el Sahara en moto con Tim Duncan y le tomó tanto el gusto a hacer entrevistas que este jueves 4 de junio estrenará a las 20 el documental “Reset” en Cine.arTV (canal 300 de Cablevisión Digital).
La idea madre se resume en esa palabra en inglés. Si al cabo no sólo ha sabido resetearse tras una carrera deportiva exitosa sino que literalmente lo resetearon tres veces por una arritmia congénita que en un entrenamiento llevó su corazón a 214 latidos por minuto. Lo apagaron y lo prendieron en 2007 (poco después fue campeón de la NBA), 2008 y 2009, cuando estuvo técnicamente muerto durante cuatro segundos y medio. Cosa de todos los días para el padre full time de Julia.
«Cuando nada parece ser de ayuda, miro a un picapedrero golpeando la roca tal vez hasta cien veces sin que aparezca ni una sola grieta. Sin embargo, al golpe ciento uno la rompe en dos. Sé que no fue ese último golpe el que la partió, sino todos los anteriores». Quienes alguna vez entraron al vestuario de San Antonio Spurs han visto el cuadro colgado con esta cita de Jacob Riis. Oberto la aplica, porque hizo camino al andar y transita por senderos que se bifurcan pero que se unieron en un extenso diálogo por Zoom con Clarín.
En busca de la cima del Aconcagua, cantando con New Indians y de motoquero en el Sahara. Las mil caras de Fabricio Oberto en su vida después del retiro.
“La música me ayudó a descargar. Es el otro extremo del básquetbol, porque en el deporte no querés mostrar tus emociones, si estás nervioso o si te duele algo, pero en la música hacés lo opuesto cuando escribís y contás una historia en una canción. Hay que estar en modo esponja para asimilar ese aprendizaje”, asegura el cordobés nacido hace 45 años en Las Varillas, quien disfruta y se da gustos con los New Indians.
“La banda es un equipo y eso implica tener agenda, disciplina, ensayos y shows. Y cuando tocás, sentís la adrenalina. Es increíble poder volcar mi pasión en este grupo”, desborda de felicidad al hablar de un proyecto que incluye una película dirigida por Sebastián De Caro: “Grunge Road”. La idea era llegar a Seattle. Lo lograron después de asistir en San Antonio al retiro de la camiseta 20 de Manu Ginóbili y de viajar en motorhome vía Los Ángeles. “Fue todo tan loco que a dos horas de devolver los instrumentos, pintó tocar en un lugar icónico con Jeff Ament, el bajista de Pearl Jam, con el Instagram de la banda pasándonos en vivo. Fue muy copado”, recuerda desde su estudio.
Fabricio Oberto, cantando y tocando con su banda New Indians, con la cual está grabando un documental. Foto: Ponchosauer
Lo apasiona viajar. Recorrer culturas. Tiene en mente surcar en moto la mítica ruta 66 estadounidense, pero por ahora debe “conformarse” con haber sido motoquero junto a un compañero de lujo como en la cancha: Tim Duncan. “Lo conocí en Caguas en un torneo con la Selección (Panamericano Sub 22) y el tiempo nos hizo jugar juntos y ganar un anillo de la NBA. Increíble. Tanto le hablaba de mi idea de salir a recorrer el país en moto que un día me dijo: ‘Cuando me retire y pueda, vamos a hacer un viaje en moto’”, rememora Oberto.
Scott, hermano de Tim, fue el responsable de organizarlo y en febrero de 2017 todos estaban de motoqueros en la Patagonia chilena y argentina, porque de Ancud pasaron a San Martín de los Andes y al Lago Meliquina. “Tan genial fue que después nos fuimos a Marruecos, donde compartimos momentos sentados en una reposera en el medio del Sahara. Esas relaciones son increíbles. Viajar es algo que disfruto”, enfatiza.
Fabricio Oberto compartió dos viajes en moto con Tim Duncan: uno por la Patagonia chilena y argentina, y otro por Marruecos y el desierto del Sahara. Foto: @obricio
Claro que el desierto también encontró a Oberto varado con su moto. “Estábamos en el medio del Sahara, a Tim se le rompió la máquina y a mí se me trabó 500 o 600 metros más adelante. Como el equipo que venía atrás de la caravana chequeando que pasáramos por todos los lugares se quedó con Tim, yo estuve una hora solo en la arena hasta que me vinieron a buscar –narra-. Veníamos de algunas caídas, porque de repente pasás de andar más fuerte sobre la arena dura a una arena que se afloja, te hunde y te lanza hacia adelante. Fue toda una aventura”. Una más.
Catamarca es otra escala en la vida de Oberto. Una provincia de paisajes de una belleza estremecedora, aunque menos vendidos turísticamente. Cielo diáfano, amplitud térmica, tierra que ofrece vida. La bodega Alta Esperanza produce gracias a la sociedad entre el enólogo Juan Longo y al ex basquetbolista, que tuvo su apellido en etiquetas. “No quería sólo eso y me asocié. Se vende en algunas provincias y antes pudimos exportar”, cuenta sobre la finca de Tinogasta quien el próximo 20 lanzará tres etiquetas de una línea nueva elaborada con Héctor y Pablo Durigutti. Otra apuesta.
Las mil caras de Fabricio Oberto en su vida después del retiro.
No hace nada a medias el cordobés de Las Varillas. Vio la veta de los eSports y armó un proyecto profesional. “Siempre fui un gamer aficionado y recuerdo qué máquinas y qué consolas tenía. Sé a qué jugaba en 2004 o en 2005. En el Warcraft la rompe el Pumita (Alejandro Montecchia) y Luis (Scola, quién si no) hablaba del Age of Empires. Pero los juegos de estrategia no eran lo mío –avisa Fabricio-. Lo mío eran las carreras de autos. Incluso recién ahora empecé en el básquetbol y en el NBA 2K me hice un personaje muy parecido a mí. Estoy aprendiendo a adaptar mi juego de acuerdo al algoritmo, je”.
A fines del año pasado, Oberto lanzó el equipo New Indians GG, que compite en la Liga Master Flow del League of Legends. ¿Qué vio en cuanto a proyección a futuro? “No estoy en la escena por estar. No es una apuesta. Tengo mucha adrenalina y objetivos. Comenzamos sin sponsors para mostrar la confianza que tenemos y las marcas quieren sumarse. Hay que seguir mejorando el mercado y profesionalizarlo”, explica, a sabiendas incluso del pedido de Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, que quiere que todas las federaciones deportivas tengan su videojuego. Hay mucho dinero en juego y un mercado joven apetecible.
Está en todos los detalles e incluso el horario para terminar esta entrevista estaba pautado de antemano por una reunión virtual con su equipo. “Trabajamos en innovación y en sports science, pensando cada detalle del entrenamiento, con los chicos en jornadas de 8 o 9 horas con descansos y asesoramiento de un nutricionista y de un psicólogo”, detalla.
A punto del estreno de “Reset”, queda claro que el documental es el paso hasta ahora final de un camino que comenzó con el streaming online en “De todo menos básquet” y siguió con el programa “Lado Oberto”, sus comentarios de los partidos de la NBA y sus columnas en Clarín durante el Mundial de 2019.
-¿Qué te atrapa y te interesa de la comunicación?
-El diálogo. Creo que cada interacción que tenemos nos hace mejor. A mí me hace reflexionar si tengo los patitos alineados o si tengo el ego controlado. De cada entrevista he aprendido. Vos te das cuenta si no te contesté una pregunta y tenés la técnica para ir por ella. A mí me ha ayudado a salir del cassette. Pienso que ya streameaba en 2009 en una radio online súper pirata… Podría ser el padre de los streamers, ja. Hoy tenemos Twitch, música, chat con ida y vuelta. No hay que perderlo.
-¿Será que uno nunca se termina de resetear? Al cabo, la reinvención debe ser constante para no estancarse, pero lleva tiempo, más aún en la Argentina…
-Sería un “reseting”. Si entendés eso, siempre estás buscando nuevas formas, teniendo en claro los métodos y la seguridad. Es única la posibilidad de querer reinvertarte y sumar. Rubén Magnano decía: “Sin pausa, pero sin prisa”. Eso es clave. Hay que darle todos los días a la piedra hasta que un día se rompa.
Como dice el cartel en el vestuario de los Spurs…
Ese faro llamado Julia
Fabricio Oberto y su hija Julia comparten momentos únicos por el mundo cada vez que pueden.
“La mitad de lo que digo no tiene sentido, pero lo digo sólo para alcanzarte, Julia. Julia, Julia, hija del océano, me llama. Entonces canto una canción de amor, Julia”.
Los versos escritos por John Lennon para su madre, de muerte trágica al ser atropellada cerca de su casa, no tienen un efecto nostálgico en Fabricio. “Yo la escucho con una dulzura tremenda, porque me refleja directo hacia ella”, argumenta. Ella es Julia, su hija, que cumplirá 15 en julio, a quien no dejó de acompañar a sus partidos de hockey sobre césped ni aún en pleno Mundial de China.
-¿Construir la relación de paternidad es el desafío más imprevisible para el ser humano?
La pregunta lo impacta. Se le nota en el rostro.
Fabricio Oberto y su hija Julia, quien ya tiene casi 15 años y es la responsable de que el ex jugador altere su agenda para estar con ella. Foto: @obricio
“No creo que haya hablado de esto en muchas notas, pero nos tocan vivir momentos súper emocionantes. Hubiera jugado más tiempo, pero cuando dejé fue porque puse como prioridad estar presente con la responsabilidad de tener una hija. Mi agenda se rige por ella. Si tengo que cancelar algo, lo cancelo por ella”, confiesa.
Su pasión por viajar lo llevó a compartir experiencias con Julia. Y fueron todo ganancia. “Me tocó explicarle que jugué en la cancha de San Antonio donde Pop (Gregg Popovich) la llevaba de la mano en un entretiempo –relata-. Me acompañó a la ceremonia en la que entré en el Salón de la Fama de la FIBA. Contarle lo que viví es dejar la semilla. Siempre me pregunto cómo hago para dejar un mejor ejemplo para que la historia esté completa. Es excepcional compartir momentos con ella. Es una bendición disfrutar de su alegría y de su crecimiento».
«A la mente también hay que hacerle un service»
En «Reset», Fabricio Oberto y Luis Scola, el capitán interminable, charlaron en el CeNARD. Foto: Ponchosauer
¿Qué hacer el día después del retiro? ¿Cómo prepararse para lo que viene? ¿Cuánto se puede planificar y cuánto es imprevisible? ¿Cómo manejar las dudas y los temores por dejar la pasión del deporte de alto rendimiento después de tantos años? Los atletas conviven con estas preguntas, porque saben que el adiós llegará. Fabricio Oberto se preparó de antemano y se abrió hacia caminos diversificados, pero quería plasmar el día después de sus amigos y compañeros del mejor equipo de la historia del deporte nacional: la Generación Dorada. “Todos estamos buscando ese volver a empezar. Todos seguimos buscando algo diferente que hacer”, dice.
De eso se trata “Reset”, el documental pensado por el cordobés, dirigido por Alejandro Hartmann y producido por Maxi Dubois y Fernando Collazo, que se estrenará este jueves 4 de junio, a las 20, en Cine.arTV (canales 300 de Cablevisión Digital, 1049 de Telecentro y 512 de DirecTV) y quedará desde el viernes en la plataforma Cine.ar/Play.
-¿Cómo definirías ese momento en que te das cuenta de que primero no sos el mismo de antes, luego pasás a cumplir otro rol y después dejás el deporte antes que el deporte te deje?
-Todos han transitado ese camino desde la competencia a no tener el mismo papel que antes y a la inactividad. Te preparás toda la vida para hacer algo, entrenás tu físico, tu familia se adapta a tu vida y cuando todo se termina decís: “Voy a buscar otro horizonte”. Tenés que desaprender todo lo que hiciste y hacerle entender a tu mente todos los días que no vas a ir a entrenarte, si bien tenés el vicio de salir a transpirar. Entonces es el momento en que debés encontrar cosas para que la mente siga ocupada.
Fabricio Oberto, Luis Scola y Alejandro Montecchia, la noche del retiro de la camiseta de Manu Ginóbili.
-Antes ver a un psicólogo deportivo era tabú, pero hoy los jóvenes atletas lo toman como pieza clave del alto rendimiento. ¿Buscaste consejos profesionales para tomar la decisión del retiro?
-Desde el “episodio Olympiakos” (no la pasó para nada bien en su llegada al equipo griego), a los 22 o 23 años, fui al psicólogo o busqué terapias alternativas, porque entendí que ayudan. Es como hacerle el service al auto. A la mente también hay que hacerle el service para entender la vida que viene al lado tuyo. Entonces entendés mejor durante la competencia ese estrés que cargás como deportista y que Kevin Love plasmó tan bien (el NBA habló sobre ansiedad y depresión en 2018). Cuando adaptás todo eso, te ayuda a caminar mejor. Cuando estás en un equipo, tenés un soporte. Después es la familia la que tiene que soportar la “locura” del deportista. Y no es fácil. Estás acostumbrado a tomar un montón de decisiones todos los días y cuando bajás y estás en tu casa, también debés tomar decisiones buenas y malas como en un partido.
-¿Te sentiste muy desorientado a la hora de decidir para dónde ir?
-Hacer muchas cosas te genera la idea de seguir trabajando. Ponerme objetivos todos los días me ayuda bastante. He tenido días en los que extraño muchísimo jugar y días en que por la ocupación eso no pasa. La música me ayudó a descargar. Es el otro extremo del básquetbol, porque en el deporte no querés mostrar tus emociones, si estás nervioso o si te duele algo, pero en la música hacés lo opuesto cuando escribís y contás una historia en una canción. Hay que estar en modo esponja para asimilar ese aprendizaje. Cuando ves “Reset”, pasa eso. Pero nunca vamos a dejar de ser deportistas o basquetbolistas. Vamos a tener 70 años y vamos a recordar esta pasión.
El póster de «Reset», el documental de Fabricio Oberto sobre la vida de la Generación Dorada después del retiro. Foto: Ponchosauer
-¿Sentís que mientras jugabas seguías un libreto armado por un cuerpo técnico y que ahora tus elecciones personales y tus facetas artística o empresaria te permitieron crear tu propio libreto?
-Todos los días hay que mejorar ese libreto. Cuando jugaba al básquetbol, repasaba lo que estaba planeado que tenía que hacer y me preguntaba cómo mejorar. El libreto lo podés mejorar cada día y debés trabajar el interior, porque al final del día no estoy habilitado, sólo por haber sido campeón olímpico, a decir: “Soy esto”. Todo lleva su tiempo. Por eso “Reset” es volver a empezar.
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-El deportista de alto rendimiento debe tener ego para lograr su mejor versión. ¿Pero cómo se lucha contra el ego extremo? ¿Cómo no olvidar que sos falible en muchas cosas y que debés perfeccionarte para poder ser mejor?
-Al ego lo necesitás, porque debés tener autoestima, pero hay que tener los pies en la tierra. Al ego lo controlás pensando que no tenés el derecho sobre nadie sino una responsabilidad. Por ejemplo, cuando algún chico se fija en lo que yo hacía. La responsabilidad va ligada con el respeto. Eso me interesa. De acá no se pasa. Estar en un equipo y hacer deporte me enseñó que hay que querer sumar. Tenés que dar antes que sacar de cualquier lugar. La Generación Dorada tuvo éxito porque todos ponían su talento a disposición del equipo. Eso es lo primero. Después vemos el resultado. Nadie quería sacar y eso es difícil de ver, porque hoy se piensa antes en sacar y no en poner.
Reencuentro. Manu Ginóbili, Pepe Sánchez, Fabricio Oberto y Alejandro Montecchia. (Foto: Instagram)
-Queda claro que ninguno de ustedes se puede despegar de lo que vivieron. ¿Quisiste contar también ese lazo imborrable?
-Quería contar cómo nos vamos adaptando, cómo siguen nuestras vidas pos retiro. Es interesante ver fuera de la cancha a esa misma persona que veías con pantalones cortos y picando una pelota. Haciéndoles preguntas descubro cosas que me pasan a mí. Cada vez nos alejamos más de la fecha en la que pasamos a la inactividad y a veces te genera más nostalgia. Pero cuando el año pasado nos juntamos con el equipo, parecía que todos volvíamos a jugar, por más que los físicos estén más o menos dañados.
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-¿Se puede hacer el duelo de no sentirte más deportista o esa relación de amistad hace que el duelo se demore?
-Cada año cae un poco más de agua y se diluye el recuerdo. No cambia la amistad sino el contenido de los diálogos, pero los caminos se unen de nuevo en una ciudad distinta. Son mimos por todos los años que compartimos juntos. El camino de cada uno te ayuda a entender el propio. La mayoría de las imágenes que se ven en el documental se grabaron sin darnos cuenta de que teníamos un micrófono en el medio.
-Todavía cargan con ese peso de que se les acerque gente y les sigan agradeciendo, no sólo por lo deportivo sino por lo que les hicieron vivir. ¿Cómo lidiás como saberse ejemplo para no creérsela?
-Lo bueno es cuando te siguen agradeciendo o te piden saludos para el cumple. Las historias que te cuentan son increíbles. Entender lo tocados que somos con esas experiencias me lleva todos los días a querer agradecer cada vez más. En su momento, estás en una picadora y no parás de jugar. Pero debo agradecer a quienes tenía al lado: mis viejos, Juli, la mamá de Juli… Todos me han visto aguantar cosas. La Generación Dorada es muy agradecida con ese cariño.
Salir de la crisis en equipo
Mate en mano, con el atardecer de fondo. Una imagen de «Reset», el documental de Fabricio Oberto que se estrena el 4 de junio. Foto: Ponchosauer
-¿Encontrás un paralelismo entre ser parte de un equipo y entender lo que hay que hacer en esta crisis del coronavirus, de la que nadie se salvará solo y en la que todos deben cuidarse para cuidar el otro?
-Totalmente. En esta situación, quedan expuestos los que tienen el ego por demás, los que tratan de beneficiarse solos, los que no buscan una solución solidaria… Por eso hay gente que hace las cosas mal y no por necesidad. Se entiende lo que se vive por tantos días en cuarentena, pero ayudás quedándote en casa. Uno aprende a conocer a la gente y si tu vecino no la tiene clara, no querés saber nada con él. Y eso te hace crecer.
-Esta situación potenció al solidario, al altruista, al egoísta y al individualista…
–Si siempre querés todo, agarrás 10 galletitas y le dejás una en el plato a otro, todo va a costar. Hay que vivir con sentido común. Si no te sumás, te va a costar mucho más entender. Hoy es lo que toca, como le tocó a la gente migrar en épocas de guerra. Son experiencias que quedarán marcadas en la historia de todos.
-¿Será este palazo el momento para un “Reset” en la humanidad?
-La normalidad no será la misma que antes, pero nos volveremos a juntar y a tener lazos, porque esto te hace añorar lo que antes te parecía algo común. Aunque es cierto que el humano se acostumbra y vuelve a ese vértigo de hacer cosas. Esto nos debe servir para mejorar nuestra valoración del tiempo. Pensar que antes se ponía en tela de juicio dónde cumplir con las tareas del colegio o no hacer estas entrevistas de manera remota. Esta generación va a estar tocada, pero si te tocó compartir un cumpleaños por Zoom, al menos podrás aprender para las generaciones que vengan.
«Me causa gracia cuando escucho que nadie querría jugar hoy con Jordan»
La mirada inigualable de ese crack llamado Michael Jordan.
Si habló hasta el portero del edificio de la esquina del Michael Jordan que mostró la serie “The Last Dance”, era inevitable que Fabricio Oberto tomara la palabra. Una cosa es mirar desde un silloncito o desde la cama, apretar el ícono de Netflix y entregarse a ese relato de diez capítulos, y otra es haber sido o ser atleta de elite en un deporte colectivo, donde los roles y los liderazgos son tan necesarios como determinantes para la consecución de los objetivos.
“La serie me súper emocionó y me llevó a mi infancia, porque Jordan me motivó a ir a tirar fade aways todos los días al aro. Nosotros lo veíamos una vez a la semana, en ese último cuarto que pasaban los domingos. ‘¡Mirá el movimiento que hizo!’, nos decíamos. Íbamos a la cancha y nos preguntábamos: ‘¿Te acordás cómo lo hizo?’. Y lo intentábamos. Estamos agradecidos de lo que vimos”, se emociona Oberto al recordar al mejor de todos.
-Quien jamás fue parte de un equipo quizás no entienda la importancia de los liderazgos. De ser líder con el ejemplo o con sustancia, no desde un castillo de naipes. ¿Imaginás lo que habrá sido jugar con Jordan?
-Jordan dejó sentados a todos y retaba a cualquiera porque estaba a otro nivel. Marcaba la diferencia. Era tan competitivo que le apostaba con una moneda al de seguridad o en el casino. Lo imagino apostando en cada drive o putt de golf. Era su esencia. Hoy cambian las modas y no verías a un jugador con un puro en el vestuario o bajando del avión. Y la serie cuenta la parte de la historia que no se ve: que el deporte no es todo color de rosa y que para ganar hay que pagar un precio alto. Seas Jordan o a cada uno de la Generación Dorada.
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-Pero ustedes mostraron que no hace falta un líder macho alfa dominante que te castigará si no le respondés…
-No comparo, porque las personas y los equipos son diferentes. Eso no quita que cuando competís y tenés que llegar al objetivo, el que no se suma, se queda afuera. Pasa en todos los equipos. Si llega uno con más hambre y no cuidás tu lugar, chau.
-¿Es posible que alguien que no fue deportista de elite entienda que “no es todo color de rosa”, como dijiste?
-La memoria es selectiva y te acordás del triunfo y no del enojo. Pero vivís un montón de contrariedades en el camino. Es un proceso. Te lesionás y te tocan ocho o nueve meses durante los que te parece que no vas a recuperarte, no ves avances y lo padecen todos alrededor tuyo. O cuando te tocan que hagan un trade con vos en la NBA y te debés mudar con tu familia a otra ciudad. Lo peor que te puede pasar es que pienses que es personal. Nadie va por encima de una organización o institución. Es así.
En su afán por aprender en “modo esponja”, como describe, no tiene dudas de que verá muchas más veces “The Last Dance”. No cuesta demasiado entender el porqué. “Nunca dejás de aprender. Menos con lecciones de personas que tienen otras millas, otro vuelo –explica sobre Jordan-. Es muy jugoso todo lo que cuenta. A otros se les pueden cuestionar las maneras, pero no el ímpetu. Y el trash talk (la provocación) se usa. Te hablan y vos respondés. Es un juego. Me causa gracia cuando escucho que nadie querría jugar hoy con Jordan. ¡¡¿¿Cómo no??!! Si te gusta competir al máximo nivel, tenés que estar a ese nivel”.
Fuente: Hernán Sartori – Clarín.com – Deportes / JR – www.actualidaddeportiva.com.ar – Fotos: Ponchosauer – @obricio – Instagram – Clarín.com – Deportes