/1983 – Ardiles: Una historia bien contada

1983 – Ardiles: Una historia bien contada

Su infancia, Córdoba, el estudio, el fútbol, Juniors, Instituto, Belgrano, Talleres, Huracán, la Selección, el Tottenham, los mundiales. Por todos esos temas pasa Osvaldo Ardiles, el campeón del mundo.

La sangre cordobesa le brilla en la piel, le brota en la tonada. París y Londres, Londres sobre todo, le dan un barniz que se le transparenta en la pinta, en los modales, en la atildada forma de vestir. Lleva cinco años en Europa asimilando lo bueno, rechazando lo malo. Vive en un país que estuvo en guerra con el suyo y no se queja. Discierne con claridad los objetivos. Sabe por qué no se va y no lo oculta. Osvaldo Cesar Ardiles piensa, existe.

—Mi padre —que era abogado— jamás se opuso a que jugara at fútbol mientras no descuidara mis estudios. Pero estudiar me resultaba tan fácil que jugaba at futbol de la mañana a la noche. De repente me encontré en primera y en la universidad. Le di la prioridad at fútbol, pero me jura-mente terminar los estudios de abogacía en cuanto pudiera. Hoy se que lo hare cuando deje de jugar. Tengo treinta artos y un contrato a cumplir de dos años más con el Tottenham Hotspur. Ese momento, cuando llegue, será el oportuno para volver at país, a los libros, a conseguir el doctorado y a iniciar, simultáneamente, el curso de director técnico porque quiero devolverle at futbol y a Córdoba es posible, todo lo que el fútbol me dio.

Osvaldo César Ardites en EL GRÁFICO. Un almuerzo con su historia, sus vivencias. Lo rodean (desde su izquierda): Juvenal, Constancio C. Vigil, Eduardo Rafael, Héctor Vega Onesime, Natalio Gorin, Ernesto Cherquis Bialo y Nilo Neder.

—¿Sabes una cosa, Osvaldo? El Guerra Malvinas es inevitable. Después de la guerra, sentiste una actitud diferente en el publico inglés?

—No es fácil la respuesta, porque tiene muchas variantes. Antes de la guerra, tanto Ricardo Villa como yo sentíamos como un halo de admiración, y eso, de parte de los hinchas del Tottenham y de nuestros vecinos, los que nos conocen de todos los días, no cambi6. En este caso quedó muy separado el deporte de la política; el trato personal sigue siendo diez puntos.

—Estas remarcando la actitud del club y de la gente que encontras todos los días. ¿Y los demás?

—Bueno, ahí la cosa cambia. Jugando de visitante, cada vez que Ricardo o yo agarrábamos la pelota sentíamos que los hinchas trataban de influenciarnos. Allá no se escuchan silbidos. Cuando quieren fastidiar a un jugador lo abuchean, le gritan «¡uhhh!»

—¿Observaste animosidad entre los rivales y los jueces?

—No, para nada; todo sigue exacta-mente igual: ningún jugador rival me insinuó el tema Malvinas…

— ¿Y cartas? ¿No recibís cartas?

—Sigo recibiendo como antes: la diferencia está en que antes eran todas buenas y ahora también vienen algunas malas, con una que otra palabra irreproducible…

—¿Por tu rendimiento en la cancha o por tu condición de argentino?

—No, por mi condición de argentino. Me preguntan que estoy haciendo en Inglaterra, me piden que vuelva a mi país. Pero la proporción es favorable: por cada nueve o diez buenas recibo una mala…

—¿Y vos cómo te sentís? ¿Cómo se vive el proceso Malvinas dentro de Inglaterra?

—Viví mucho tiempo con una pregunta en la cabeza: ¿Que hago aquí? ¿Estoy haciendo bien o mal? Es una actitud mental, y ese permanente cuestionamiento seguramente obro sobre mi físico. En cuatro años de actuación en Inglaterra nunca había sufrido problemas serios, y de pronto vinieron todos juntos. Primero una lesión en la mano derecha, en un entrenamiento; después me paró un golpe en el hombro izquierdo, y por fin la fisura en el peroné que me dejó al margen del recién volví a jugar noventa minutos la semana pasada, en Córdoba, en un picado entre amigos…

—¿Qué pensaste durante toda esa convalecencia?

—¿Qué pensé? De todo. Me deje crecer la barba y jugué al ajedrez, hasta que el técnico (Ken Buchinam) me dijo que me viniera a la Argentina para que me recuperara, cosa de empezar con todo la próxima temporada.

—¿Este estado de ánimo también influyó en tu experiencia francesa?

—Pienso que sí. Después del Mundial de España volví a la Argentina y enseguida salió el pase a préstamo at Paris Saint Germain. Me fui para allá el 1° de agosto del año pasado y a los pocos días sufrí un desgarro en la pierna izquierda. Creo que me alcanzan los dedos de la mano para sumar los partidos que jugué en Francia y en Inglaterra después del Mundial.

Ardiles en el Paris Saint Germain.

 —¿Por qué volviste a Inglaterra?

—Porque tuve que poner muchas cosas en la balanza. Recibí ofertas para ir a Italia y a España, no por algo temporario como lo de Francia, sino en forma definitiva, ganando lo mismo que en Inglaterra. Eso significaba cortar directamente con el Tottenham y mis cuestionamientos, ir a la solución más fácil: me concentraba en lo futbolístico y nada más. Pero también pesaba en mí el hecho de que a Inglaterra le debía mi afianzamiento futbolístico definitivo, porque yo creo que fue ahí donde alcance un nivel más o menos indiscutido. Inclusive después de ganar el Mundial del ’78 yo era discutido en la Argentina. La gente me mira con otros ojos recién cuando empiezan a llegar noticias desde Inglaterra, como si dijeran: «bueno, si juega allá debe ser bueno… «Por una parte, entonces, estaba el club que no quería dejarme ir, y por la otra la situación de las Malvinas. Argentina es el país que más quiero, e Inglaterra el que me había dado mucho. Quizás resulte poco diplomático decirlo en estas circunstancias, pero es la verdad. Ahí empezó mi lucha interior. ¿Qué hago? ¿Me lavo las manos, me desentiendo del problema o trato por intermedio del fútbol de conseguir un acercamiento, por mínimo que sea entre los dos países? Creo que fue esto último lo que me decidió. En todo este tiempo, con Ricardo, conseguimos un gran respeto para el futbol argentino, y pienso que siguiendo esa línea puedo ayudar a los míos, porque algún día los dos países van a entablar relaciones nuevamente, y yo me sentiría muy feliz si por medio del fútbol pude hacer algo.

—Aquí, ya lo habrás palpado, la guerra de las Malvinas sigue siendo un tema vigente. ¿Allá ocurre lo mismo?

—No. Para ellos es una cosa que pasó muy lejos. Vivieron la guerra durante su desarrollo, pero después pasó a otro piano. Les preocupa más el problema que tienen con Wanda del Norte porque lo sufren en carne propia, con bombas, atentados y cosas así. Sobre las Malvinas piensan que tiene que haber una negociación porque hay conciencia de lo caro que sale mantener esa fortaleza tan lejos de Inglaterra.

—¿Cómo encontraste el fútbol argentino?

—De los partidos que vi, el que más me gusto fue el que jugaron Estudiantes e Independiente, el dos – cero en La Plata. Me impresion6 Estudiantes, porque le agreg6 una cuota importante de futbol a todo lo que tenía.

—¿Que sabes de la Selección de Bilardo?

—Veo que empezó de cero, con gente nueva. Es lógico; siempre se impone una renovación cuando termina un ciclo (el de Menotti). Pienso que la tarea fundamental de un técnico es adecuarse a la realidad que tiene en esos momentos, y después elegir los jugadores. Las circunstancias que debe enfrentar son distintas a las de Menotti. Cuando Cesar tomó el cargo, la prioridad era lograr un equipo competitivo para el Mundial de 1978. Tuvo cuatro años de plazo. Lo de Bilardo es totalmente distinto: él debe pensar en términos de eliminatorias primero, y si clasifica recién entonces puede mirar el Mundial de 1986.

Disputando la final del Mundial de 1978.

—¿Bilardo se puede arreglar con los jugadores que tienen —para las eliminatorias— o debe convocar a alguno que está jugando en el exterior?

—En mi modesta opinión, hay dos que son imprescindibles: Maradona y Passarella. No sé en qué condiciones podrán venir, si quince o treinta días antes de las eliminatorias, pero para mí no pueden faltar. Y si Bilardo piensa lo mismo tendrá que buscar un método de trabajo que facilite la incorporación de los que lleguen a último momento…

—¿Passarella es tan importante como Maradona?

—Pienso que es el mejor defensor del mundo, uno de los mejores jugadores que vi en mi vida.

—¿Y por qué no triunfó en el Fiorentina?

—Es cierto, todavía no anduvo todo lo que él puede, pero va a triunfar…

—¿Es un concepto solidario para quien fue tu compañero o realmente pensás que es el mejor del mundo? Si es así, ¿por qué Stielike se consagro aun perdiendo la final del Mundial, y por qué es un gran jugador de Liga en Espana y Passarella no en Italia?

—Te contesto con otra pregunta: ¿por qué Passarella tiene una medalla de campeen del mundo y por qué Stielike no? Además, Daniel fue una de las figuras del Mundial de España, en un equipo que no jugó a la altura de lo que se esperaba, Yo creo que va a ser figura en Europa, incluso jugando de libero.

—¿Vos pensas que lo perjudicó jugar en esa función?

—No, lo que yo digo es que un numero uno juega bien en cualquier puesto; lo que Daniel necesita es un tiempo para adaptarse al medio, a la forma de jugar de sus compañeros. Eso es lo único que le falta pero estoy seguro que lo va a conseguir y va a triunfar.

—¿No te parece que un libero debe darle más fluidez a la salida, mejor trato de pelota? Y es ahí donde Passarella pierde en la comparación con Stielike, y aun con Scirea…

—No pierde y aún voy más allá. Es más jugador que Krol y Beckenbauer, y esto lo digo con todo el respeto y la admiración que sentí y siento por un Beckenbauer. Mire, si yo tengo que elegir primero, como hacíamos en el barrio, y están Krol, Beckenbauer y Passarella, no tengo dudas: lo llamo a Daniel. Ninguno de los demás tiene su personalidad y su capacidad de gol, porque Passarella defiende y la mete en el arco contrario, no te olvides de esto…

—¿Cuál es el porcentaje de responsabilidad que le cabe a Maradona en el fracaso de España?

—Ninguno. Diego hizo lo que pudo. Dio todo lo que tenía.

 

La Copa del Mundo, Argentina ’78. Pasarella la eleva. A su lado, Ardiles.

—¿Pero contó con ciertos privilegios?…

—No, no es así. Diego gozaba de ciertas prerrogativas que son las lógicas en todo ídolo. Prerrogativa que al resto del grupo no le molestaban en absoluto. La de la publicidad, por ejemplo Todos entendiamos que eso debía ser así porque Diego es el mejor jugador del mundo, sin ninguna duda.

—Aun admitiendo que es el número uno, ¿por qué Zico o Rummenigge, que también lo fueron para brasileños y alemanes, no tuvieron esas prerrogativas?

—Porque Diego es un chico muy especial.

—Es cierto. Gatti en su libro sostiene que para que rinda en plenitud debe sentir que sus compañeros lo consideran el número uno, que es el mejor…

—¿Gatti lo conoce bien?

—Lo tuvo un ano como compañero… Ahora, ¿en la cancha demostró que es el numero uno?

—Tal vez no, pero en todo caso no por culpa suya. Maradona cumplió siempre con la función que se le asigno y lo hizo entregándose íntegramente, en físico y en alma.

—¿Por qué falló entonces?

—Tal vez no fue él; tal vez quienes fallamos fuimos nosotros. Y fallamos porque pensábamos que los problemas se solucionaban entregándole la pelota a Diego y listo.

—¿Ustedes no sabían, por ejemplo, que contra Italia le iban a tirar a Gentile encima para que no lo dejara mover?

—Sabíamos que lo iban a marcar a muerte, pero no necesariamente Gentile. Podía y pudo haber sido cualquier otro. Y tan previsto estaba que por eso se lo ubicó de punta, bien adelantado, para que los foules que presumiblemente le cometieran fueran lo más cerca del área posible.

—¿Se integró, bien al grupo?

—En cierta forma sí, pero de cualquier manera había ciertas bromas que a él no le hacíamos o temas difíciles que no los conversábamos, porque no nos olvidemos tampoco que Diego es un chico.

—¿Y cómo consideras su nivel actual?

—Creo que todavía no ha adquirido el nivel que corresponde a las condiciones que tiene. Pero no tengo ninguna duda de que lo conseguirá en cualquier momento.

—¿Que significó Kempes en 1978?

—Un aporte notable. Ahí se puede marcar una diferencia comparando un Mundial y otro. En 1978 a nosotros no nos conocía nadie, sacando a Marito que venía de Europa. En España fue distinto: todos éramos conocidos…

«Después del Mundial de España no hubo pactos de silencio, por lo menos yo no escuché nada. Las únicas limitaciones me las pongo yo mismo, porque respeto las leyes del fútbol».

—¿Que te sugiere pasar de Menotti a Bilardo?

—Un cambio de mando…

—Sabes que aquí se insinuó una polémica: fútbol y antifútbol…

—Nunca me lo plantee en esos términos; para mí es una polémica estéril. Por empezar, yo no creo que Bilardo sea el antifútbol. Lo acaba de demostrar con Estudiantes. A mí no me importa que un equipo marque mucho, que presiona constantemente; eso no tiene nada de malo en la medida que después, cuando tiene la pelota, demuestre que sabe jugar. En la época de Menotti, antes del Mundial de 1978, se llegue a decir que practicábamos un fútbol lirico. Eso era un disparate. Lo prueba el proceso posterior: se ganaron partidos, incluso el título, jugando muy bien algunos de ellos, pero hubo otros que se resolvieron con ganas, con fuerza, metiendo y metiendo…

—¿Por qué se diluye consistencia del proceso? ¿Qué pasa? ¿Hay un Menotti antes y otro después?

—No creo en dos Menotti; siempre es la misma persona. Argentina sale campeen del mundo en 1978 y hasta ahí todo lindo, todo bien, bárbaro. La AFA le renueva el contrato, para mí acertadamente, y pienso que en ese momento Menotti se habrá planteado una duda. «¿Que hago? ¿Busco un equipo totalmente nuevo o dejo los jugadores que están?» Su respuesta, que yo no conozco, la deduzco por los hechos posteriores, puede haber sido así: «Si estos jugadores me dieron el título, si yo creo que son los mejores, entonces sigo con ellos. «Por supuesto produce algunas incorporaciones, reemplazando fundamentalmente a los que se habían ido al exterior. Los resultados posteriores prueban que tenía razón. Argentina va a jugar a todo el mundo, su selección es respetada, tiene jerarquía e incluso la AFA hace grandes negocios. Aun perdiendo, como aquel día en Wembley, se deja gran impresión. Hasta el Mundial ’82 el equipo no pierde dos partidos seguidos: eso había de una notable producción.

—Sin embargo se aprecia un bajón EL GRÁFICO lo marcó en el Mundialito de Uruguay.

—De acuerdo: es así. Incluso cuando yo vuelvo antes de ir a España pude ver que el equipo no andaba bien. A mí me miraban como el «salvador»: incluso me lo decían en broma los propios jugadores. Por supuesto no lo era: como dice Menotti, nadie salva a un equipo: al contrario, el equipo puede salvar a un jugador.

—¿El plantel que viaja a España es el mejor que puede llevar Argentina en esos momentos?

—Sí, no tengo dudas. Aparte, ¿quién puede discutirle a Menotti su capacidad de elección? Estando allá yo sentí la ausencia de Luque. No digo como jugador porque no quiero entrar en comparaciones, aunque Luque había sido fundamental en el ’78, sino por todo lo que significaba para el plantel. En el Mundial de la Argentina él siempre tenía la última palabra, el último grito en el tunel. Creo que esto no lo dije nunca: Luque fue muy importante en ese sentido. Y ya que estamos en el ’78 me gustaría agregar algo que tampoco dije. A mí me discutieron siempre se me comparó constantemente con J.J. López., y el jamás aprovechó esa circunstancia: sus declaraciones siempre fueron mesuradas, con una dignidad que hoy deseo destacar. Lo mismo que este quinto aniversario de la conquista del título. A mí me parece que el Mundial de espina borro parte de esa conquista, cosa que me parece muy injusta. De pronto nos empezaron a destruir. Yo acepto todas las críticas que nos hicieron, pero no se olviden que una vez fuimos campeones.

Disputó los Mundiales de Argentina 78 y España 82.

 —Nadie se olvida de eso…

—Ahora estamos de acuerdo.

—Hace poco se lo dijimos a Fillol. Él está muy dolorido porque piensa que el gol que le hicieron los belgas borra toda su trayectoria, lo que hizo en el 78 y todo lo demás, y EL GRAFICO le demostró lo contrario.

—Nadie puede ser declarado responsable absoluto del fracaso en España.

—Osvaldo, utilizaste la palabra fracaso.

—Sí, hace un ano ustedes me hicieron una nota en Córdoba y yo no hablaba de fracaso, creo que dije decepción.

—¿Por qué cambiaste?

—Hay un ario de diferencia, uno lo piensa mejor, lo analiza mejor. Hoy creo que se debe hablar de fracaso, y es correcto.

—Ustedes, los jugadores, hicieron un pacto de silencio después del Mundial…

—No, eso es un invento; a mí nadie me dijo nada.

—Quiere decir que estas liberado, que podes contar tu visión…

—Sí, no tengo compromisos con nadie Los límites los pongo yo mismo, lo que en el ambiente del futbol llamamos no botonear, y que no significa ser cómplice, sino atenerse a reglas de hombría.

—¿Hasta dónde podes analizar el Mundial sin renunciar a ese autocompromiso?

—Puedo hablar de mi o referirme a generalidades, pero sin llegar a los temas que hacen a la intimidad del grupo.

En el Tottenham dejó su huella.

—A tu juicio: ¿cuáles fueron las causas del fracaso?

—Al Mundial de España fuimos los mismos del Mundial ’78, casi los mismos hombres, con pocas variantes, pero el equipo no era el mismo. No sé… Nos faltaba la motivación de cuatro años atrás, habíamos perdido algo de nuestra humildad, nos sentíamos los mejores y cuando debimos demostrarlo no estuvimos a la altura de las circunstancias. Por afuera todo parecía igual, pero por dentro habíamos cambiado. Y yo me declaro tan responsable como el que más. Porque si en su momento lo vi no fui lo suficientemente capaz para revertir esa situación. Si entonces dije algo, hoy me doy cuenta que tenía que haber dicho mucho más.

—Eso quiere decir que entre ustedes se habló.

—Por supuesto. Tuvimos muchas reuniones. Por eso no puedo acusar a nadie sin empezar por mí mismo. Hoy lo siento mucho más porque analizando el Mundial a la distancia veo que teníamos equipo y jugadores para seguir siendo campeones…

—¿Dónde nace esa seguridad?

—Ningún equipo tenía un jugador como Maradona y un defensor como Passarella…

—Si los teníamos y la Selección gozó todo el tiempo de preparación que necesitaba, sin interferencia alguna, sacrificando incluso los campeonatos locales. ¿qué fue lo que nos faltó? ¿Conducción? ¿Más jugadores? ¿Humildad, como dijiste recién?

—Es posible que nos haya faltado un poco de cada una de esas cosas…

—Si decimos conducción es hablar de Menotti…

—Cesar es el mejor técnico del mundo, por ahí no viene la cosa…

—¿No lo pudo haber perjudicado el hecho de ser amigo de muchos jugadores?

—Creo que esa amistad es una mentira. El que conduce no puede ser amigo de nadie. Pienso que ni siquiera lo era de Passarella y Gallego, a quienes todo el mundo vela como sus más allegados. El técnico no puede ser amigo, eso es natural. Ahora podríamos empezar una amistad, cuando no nos une la relación tecnico-jugador.

—¿Por qué jugaste de cinco en el partido con Brasil?

—Me lo pidió Cesar un día antes. Gallego estaba suspendido y el técnico creyó que yo podía jugar en esa posición. No tuve inconvenientes porque en Inglaterra venia actuando en ese lugar. Además, también en Córdoba fui cinco.

—Nunca quedó en claro la situación que vivía Trossero dentro del grupo. ¿Estaba borrado?

—No, nada de eso. A nivel grupo era uno más. Nunca hubo un choque, un enfrentamiento. Si Menotti no lo puso, él sabrá los motivos. Esas son cosas que no se ponían en discusión. Lo mismo que lo de Pernia antes del Mundial ’78. Una como otra fueron decisiones de Cesar donde ningún jugador tuvo participación. Al mes de haber terminado el Mundial tome un café con Menotti en Paris y ahí si hablamos de jugadores, pero en un nivel que yo no puedo hacer público. Me preguntó si había hecho bien en llevar a fulano o mengano, y yo le conteste lo que pensaba. Pero insisto, es algo reservado, ocurrió mucho después, y en un mano a mano donde posiblemente empezó esa amistad que deseo tener con Menotti en el futuro.

Ardiles, Villa y los festejos cuando el Tottenham ganó la Copa de Inglaterra, en 1981.

—Podes ampliar el concepto de esa frase que empleaste antes: «No eramos los mismos».

—Es difícil buscarle otra traducci6n. En 1978 estábamos mes cerca uno del otro. Cuando murió el hermano de Luque vivimos la tragedia como si hubiese tocado nuestras propias familias. Lo mismo pasó con el susto que tuvo Gallego con su hijito. Era otra cosa. Ese clima no lo sentí en España.

—En España, muchos jugadores estuvieron cerca de su familia: esposas, padres, hermanos. ¿Fue positivo o negativo?

—Negativo. Estoy seguro. El jugador argentino no está preparado para viajar con su familia a un Mundial. No sirve…

—La palabra fracaso es dura pero es la realidad, hemos llegado a esa conclusión. A tu juicio, ¿qué caminos equivocados recorrió, la Selección para llegar a ese fracaso?

—Pienso que los fuimos encontrando a medida que transcurrió la charla. Y lo mes doloroso, para mí, es que siempre llego a la misma idea clave, madre del permanente cuestionamiento que me hago. Tuvimos todo para ganar el Mundial: jugadores, preparaci6n, un gran técnico. Y eso en la cancha no se vio. Quiere decir que perdimos el titulo antes de jugarlo. Nos faltó la humildad del ’78 y el sentido de grupo que tuvimos entonces. Hoy me parece mentira: lo extrafutbolistico pudo más que el futbol que éramos capaces de jugar. El tema de Malvinas nos preocupó sí, pero no incidió fundamentalmente. El Mundial lo perdimos en la cancha pero porque ya entrabamos vencidos por las cosas que habían ocurrido afuera.

—¿Cuáles fueron esos hechos extrafutbolisticos?

—No, eso no lo voy a decir. Solo puedo aclarar que nada tenían que ver con las Malvinas…

—El Mundial, las Malvinas, el paso fugaz por Francia, el futuro inmediato en el Tottenham. ¿Por qué no rebobinamos y nos metemos un poco en la infancia, en tus comienzos?

—Yo tuve una niñez hermosa, en un barrio muy lindo de la ciudad de Córdoba: Juniors. Soy el tercero de cuatro hermanos y mi padre nunca tuvo nada que ver con el fútbol, salvo las tareas de asesor letrado del club Juniors, que obviamente no tienen nada que ver con el juego en sí. Mi padre era abogado, fue procurador fiscal y jamás puso un impedimento para que yo jugara a la pelota siempre y cuando no descuidara los estudios. Fui un buen estudiante. Hice la primaria en la escuela Gabriela Mistral y el secundario en el Colegio Montserrat, que en Córdoba es muy importante, tanto que allí se recibieron Castelli y Paso, algo así como el San José en Buenos Aires. Como me resultaba fácil, no estudiaba nunca y eso me permitía jugar todo el día a la pelota. Empecé en el baby de Juniors, en Estrella Roja y Colegio Robles. De esa época del baby debo tener como ciento cincuenta medallas de recuerdo. Teníamos un equipo bárbaro y no creo que hayamos perdido más de tres partidos. Como mi papa, por su carácter de abogado, estaba emparentado con gente de Instituto, aparecí allí jugando en la sexta cuando tenía trece años. Al año siguiente volví a Juniors y ahí me di cuenta que era distinto. En Instituto se hacía fútbol en serio, en Juniors era más una diversión que otra cosa. Y bueno, a los 15 años estaba otra vez en La Gloria. Ahí salí campeón en sexta división, dos veces en quinta. También en cuarta, en reserva. El ocho era el Pancita Lopez y ya estaban Curioni, Beltran… En el ’69, cuando tenía 17 años, debute en primera en lugar de Pirro.

«Llegue a Huracán en 1975. Recuerdo la campaña que hicimos en el ’76 con la dirección técnica del Gitano Juárez. Boca nos ganó un partido decisivo».

—¿Y el estudio?

—No, jugaba y estudiaba. Entre en la Facultad de Derecho y ahí conocí a la que sería mi mujer. Era compañera de curso. Tal vez por eso ninguno de los dos nos recibimos y terminamos casándonos en el ’73. A mí me quedan trece materias, que pienso rendir apenas deje el fútbol. En un ano o ario y medio a lo sumo creo que puedo liquidarlas. Hoy tenemos dos hijos: Pablo, de ocho años, y Federico, de cuatro.

—Bueno, ya estabas en la primera de Instituto…

—En el ’72 salimos campeones ganándole las dos finales a Belgrano: 2 a 0 y 5 a 2. Entramos al Nacional y en el ’73 EL GRAFICO me da el premio al mejor jugador del interior. Vine con Kempes, que también jugaba en Instituto, y paramos en el Sheraton. Me acuerdo de la foto que salió publicada, tenía un traje antiguo. .. En esos momentos se habló que San Lorenzo de Almagro tenia interés en contratarme, pero parece que Instituto pidió mucha plata y salieron llevándose a Beltran, que era mayor que yo. Pero lo curioso fue que el intermediario le había propuesto a los dirigentes de San Lorenzo que compraran Kempes. Los tipos van a Córdoba, se interesan por mí y regresan trayéndose a Beltran. El Beto viene, juega de nueve y sale campeón del Nacional, con Zubeldia como técnico. Yo me quede en Instituto y ese mismo año, el ’74,fui a préstamo a Belgrano por todo el campeonato Nacional. Al final, termine jugando en los tres grandes de Córdoba: Instituto, Belgrano y Talleres (con los tallarines forme en un partido amistoso contra el Ajax de Holanda).

—Llegaste a Huracán en el…

—En el ’75. En agosto… Y ya Menotti me había convocado en una Selección de jugadores del Interior. Yo era el tercer ocho, adelante tenia a Villa y Mazo, Valencia era el diez… Jugué con Bolivia, con Brasil…

—¿En Huracan arrancaste de número nueve?

—Claro, Houseman era el siete, después Brindisi, yo, Larrosa y Sánchez, un pibe que después se quebró y tuvo muchos problemas. En el ’76 ya estoy en la Salami& Mayor y hacemos esa gira por

Europa que nos llevó hasta la Unión Soviética. En Huracán, a la vez, andamos muy bien con el Gitamo Juarez y en un partido decisivo Boca nos ganó 1 a 0 en la cancha de River con un gol del Chino Be-nitez…

—Despues…

—Despues, todo el proceso de preparación de la Selección. La temporada internacional del ’77 que jugamos en cancha de Boca. Los momentos difíciles que pasamos ese año cuando fuimos a jugar a España, perdimos con el Real Madrid y empatamos con Irán… El partido que Paraguay nos gana en Asunción, definido con penales, y una anécdota que es tan real como que a Passarella y Villa le debo la satisfacción de haber sido, después, campeón del mundo. En febrero del 78 nos concentramos en la Villa Marista de Mar del Plata. Un día nos pasan el tape del partido que Argentina le ganó 3 a 2 a Alemania Federal en Munich, en febrero del ’73, un año antes del Mundial de Alemania, cuando la Selección la dirigía Sivori. Y vi como el público silbaba y abucheaba a Beckenbauer, que era un ídolo indiscutido. Yo dije: si a este que es un fenómeno lo tratan así que podrá pasar conmigo, que todavía soy muy resistido por mucha gente y una parte del periodismo. Al día siguiente íbamos trotando. A mi lado los tenía a Daniel y a Ricardo. En determinado momento les dije: «Largo, renuncio…» «¿¡Vos sos loco!?», me contestaron. Y terminaron convenciéndome. Y lo bueno es que Daniel era indiscutido, pero Ricardo era tan cuestionado como yo.

En Tottenham ganó cuatro títulos. El más importante fue la Copa de la UEFA de la temporada 83/84.

—Llegamos al Mundial y a tu viaje a Inglaterra…

—El recuerdo inolvidable del Mundial y la sorpresa mayúscula cuando el Gordo Martínez me llama para preguntarme si estaba dispuesto a ir a jugar a Inglaterra, con Villa. Ni siquiera sabía, con certeza, a que club. Se hablaba del Manchester City y al final, por suerte, fue el Tottenham. Digo por suerte porque el City, que también es un club de los grandes, acaba de descender de categoría. Y bueno, con Ricardo pasamos más de cuatro años, uno al lado del otro, en la cancha y en la vida.

—¿Se apoyaban mutuamente?

—En todo sentido. Hicimos una relación de hermanos que se prolonga en nuestros hijos. Voy a sentir mucho su ausencia ahora que se fue a los Estados Unidos.

—¿Por qué se fue?

—En la temporada 1982/83 anduvo muy bien. Inclusive llegué a ser capitán. Al final de la temporada tuvo un bajón, y el técnico le dijo que podía quedarse en el equipo si se resignaba a ganar menos dinero. Dijo que no, le dieron el pase libre y enseguida le salió la posibilidad de jugar en el Fort Lauderdale por muy buena plata. Lo voy a extrañar mucho.

La fisura de peroné ya este soldada. El Tottenham lo espera. A su paso por Buenos Aires aceptó la invitación de EL GRÁFICO. El almuerzo se prolongó en esta mezcla de recuerdos, definiciones y anécdotas que nutren treinta años de la vida de Osvaldo Cesar Ardiles. Un cordobés que trasmite fútbol en una cancha y sensatez fuera de ella. Un argentino que no teme levantar la bandera de su país ni aun en Inglaterra, porque allí y acá, con su talento y su conducta, se ganó el respeto de todos.

El Gráfico (1983)

Fuente Redacción El Gráfico – Fotos: Archivo El Gráfico